En el universo de los restomods Jeep, al frente está Vigilante y el resto van encolumnados detrás. Quién mejor que la propia casa con sede en el estado de Texas para definir su obra. “Donde convergen la herencia clásica y la ingeniería moderna”, definen en un posteo con el que me he topado en su cuenta de redes. Ese posteo anuncia una de sus creaciones más recientes: un Cherokee S modelo 1979 de lo más bestial.
El escaneo 3D para obtener bastidores capaces de soportar motores de potencias máximas inusitadas e imposibles para ejemplares como un Jeep del ‘79, eso es lo que hacen en Vigilante. Si el cofundador Daniel van Doveren afirma que se trata del “Jeep clásico más rápido del mundo”, pues le damos el beneficio de la duda. A falta de las cifras prestacionales, asumo que por algo lo ha dicho. ¿Es posible? Desde luego. Sólo quisiera comprobar la velocidad y la aceleración de otra maravilla que ha salido de su taller, un Grand Wagoneer Final Edition del ‘91 que, según las especificaciones que se anuncian en el sitio oficial, es capaz de superar los 1.000 caballos si se le incorpora el Hellephant, uno de los motores compatibles. Claro, una cosa es la potencia y otra a cuánto son capaces de correr. Me comprometo a comunicarme con esta familia de entusiastas norteamericanos.
Mecánica radical, fidelidad interior
Es que este Cherokee S –no, no lo puedes comprar, pues acaba de ser vendido– ha sido desarrollado para generar hasta 825 caballos, siempre y cuando el motor que lleve adentro –atención aquí– sea el V10 9.0 Prefix del Dodge Viper de quinta generación. Para cada uno de sus trabajos, Vigilante se asegura de ofrecer, en promedio, tres niveles de motorización. En este caso, este V10 con torque de 750 libras pie es el tope de gama de una línea que incluye dos V8: el estándar 392 SRT HEMI de aspiración natural y 485 caballos, y el HEMI Hellcat sobrealimentado con hasta 707 caballos. Todos los casos con inyección electrónica.
Quienes conocen al detalle esta generación de SUVs de Jeep, sabrán que los originales salían de fábrica con la característica suspensión en forma de ballesta –la de las capas de acero en posición transversal al eje–. Los modelos 1979 no eran la excepción, pero, claro, no sería una propuesta digna de Vigilante si no se le modernizara todo el sistema de amortiguación, de manera que a este Jeep se le han aplicado los helicoidales de aluminio tanto adelante como atrás. También sabrán los eruditos que aquellos de serie contaban con frenos de tambor y de disco. Para trabajar sobre su gran poder y sus temperaturas extremas, este Cherokee se ha entregado con cuatro discos ventilados de considerable tamaño.
Un Jeep de Vigilante no sería tal sin la tracción 4×4, sin los neumáticos todoterreno de BF Goodrich –una pena que no consideren alternativas, aunque respeto que hayan construido una identidad– y sin la caja automática opcional. Tampoco lo sería si cada panel de carrocería no se hubiera desarrollado desde cero y si su habitáculo no fuese un claro interior restomod. Funciones contemporáneas como el bluetooth conviven con la fiel apariencia del Cherokee original. El concepto de época no se altera: mismo diseño de volante, instrumentos e interruptores analógicos, elevalunas manuales, revestimiento de cuero y tapizado en tela vaquera. El recuerdo de Gunhild Liljequist y su VW Polo Jeans 1976 es inevitable.
Apreciaciones finales
Destaco también funciones que no pueden faltar en un SUV americano de tamaño completo, tales como los estribos –vaya símbolo de la cultura automotriz de Estados Unidos– retráctiles de accionamiento eléctrico. Destaco, a modo de conclusión, que Vigilante sabe trabajar con precisión y equilibrio el oficio restomod: hasta dónde aplicar las funciones más avanzadas –obviemos el cambio radical de su mecánica– para no opacar la esencia del aspecto original.
Lo olvidaba. Los colores convencen. Ese bitono exterior celeste y blanco –Stratus White y Frosted Glass blue– será aprobado por decisión unánime de parte de mis compatriotas argentinos.
Redaccion
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