El tiempo vuela. Parece que ha sido ayer cuando escribía sobre su paso por el portal hacia la nueva era. Un Clase G eléctrico, con todo lo que eso significa. La expectativa era grande. Cuando un coche de culto, en este caso un SUV todoterreno, cambia el tanque de combustible por la batería y el motor térmico por uno que se alimenta de energía eléctrica, no hay margen para la decepción, pues todo se pone en juego, empezando por el prestigio. Y al revelarse en su lanzamiento de abril del 2024, el Mercedes-Benz Clase G eléctrico parecía demostrar estar a la altura de la larga espera. Pero…
Sus dones, sus habilidades innatas, su técnica tan promocionada en los meses previos bajo camuflaje y en su presentación mundial –el característico giro en 360 grados sobre su propio eje, producto de sus cuatro motores, uno en cada rueda–, el Mercedes-Benz G 580 con tecnología EQ daba la pauta de que lo que se estrenaba era prometedor. Pero todo quedó en el espectáculo de los flashes rebotando sobre el Azul Magno de aquel ejemplar salido de una ópera en y las luces del momento, pues, por ahora, la demanda no está acusando recibo de su comercialización.
Lees la notica sobre la venta de la unidad 600.000 del Clase G desde su debut en 1979, ves posar al Clase G EQ en un “Obsidian Black Metallic”, encargado de llegar a la marca, y entonces deduces que el logro se debe a que el eléctrico va a buen ritmo en el mercado. Nada más alejado de la realidad, que vuelve a extenderle la mano al presagio cada vez más universal: para romper con la tradición, con una tan consolidada como la del G-Class, hace falta mucho más que movilidad eléctrica.

Por un lado, el promedio de autonomía de SUV cien por ciento eléctricos ha escalado en el último tiempo y los 470 kilómetros que homologa este Clase G resultan insuficientes frente a la competencia, pero sobre todo si se toma dimensión de que la autonomía real, constatada en pruebas, no pasa de los 300 kilómetros. En cuanto a su precio, es lógico lo que plantea Mercedes Blog: ante un eléctrico cercano a los 150.000 euros, aún se trate de un Clase G, el cliente no destinará tamaño presupuesto para conducir un vehículo de su tipo y preferirá pagar tal suma por la versión de combustión, como viene ocurriendo.
Finalmente, lo que le está pasando al Mercedes-Benz Clase G eléctrico no sorprende. De regreso al párrafo inicial: el nulo margen de error, el prestigio en juego, un caso más de la prisa innecesaria, de una carrera enajenada. Hablando en otro artículo sobre el futuro del Corvette, las recientes palabras del ingeniero jefe de General Motors, Tony Roma, sirven de postulado: “No voy a fabricar un coche eléctrico y ponerle la insignia Corvette” si es para perjudicar la historia del coche, porque “La insignia significa algo para la gente”. No hace de un ícono un eléctrico solo por hacerlo, eso es lo que también dijo y aplica al caso del todoterreno alemán.
Mauro Blanco
COMENTARIOS